La ley de la atracción existe y se manifiesta. Cuando siento que puedo dejar de creer en ella, miro hacia atrás en mi propia vida y me quedo maravillado por la tantas veces que funcionó para mí, aún cuando no tenía conocimiento de ella. Lo que sí tuve siempre fue una fe inamovible, la disciplina necesaria y una persistencia incondicional.
A finales del año 2008 mi situación era precaria. Mi esposa con 7 meses de embarazo, mi suegra muy enferma terminó falleciendo en octubre de ese año sin ver nacer a nuestra hija. Yo había terminado mi trabajo como profesor de inglés en la Facultad de Lenguas Extranjeras y llevaba meses tratando de encontrar un trabajo fijo que me proporcionara la estabilidad económica que necesitaba para mi familia.
Habían pasado meses y no encontraba nada mejor para el sustento de nuestra familia. Mi esposa no podía trabajar por la bebé, mi suegro, devastado por la pérdida de su esposa, no trabajaba y vivía con nosotros. Parecía un callejón sin salida.
Yo había intentado trabajar en cuanta cosa se presentaba, pero sin resultados. Lo único que nos mantenía eran las clases particulares de inglés que yo impartía en las casas de las personas que me contrataban para tales efectos.
Un día caminando por las áreas del Capitolio de La Habana me encontré con una amiga, excolega de la facultad y le conté lo que me pasaba. Ahí mismo hizo una llamada y me conectó con una persona con la que ella trabajaba y a los dos días empecé a ver más dinero de lo que había visto en toda mi vida. No solo haciendo un trabajo para el que estaba preparado, sino que era algo con lo que había soñado gran parte de mi vida.
Hasta ahí llegaron todos los problemas económicos y nunca más me volví a ver en una situación de carencias como la que había experimentado. Por supuesto, el dolor de no tener a mi suegra no tiene nada que ver con todo el éxito económico que logré. La menciono porque ella es una parte inseparable de nuestra historia, alguien a quien quise mucho y que extraño cada día de mi vida.
La moraleja de esta historia radica en el hecho de que aun cuando las cosas parecen no tener solución y nos encontramos en un callejón sin salida, nuestra fe, nuestra constancia y la confianza de que una puerta se va a abrir, ponen delante de nosotros las personas, circunstancias, oportunidades que menos nos esperamos.
Esa es la ley de la atracción. Sigue trabajando. No te desanimes. Confía en que el futuro va a ser brillante si sigues luchando con fe, constancia y disciplina. Por supuesto, las cosas no caen del cielo, pero las oportunidades solo se presentan para aquellos que las esperan ansiosamente y se preparan para actuar en ellas cuando las tienen delante.